SSVM Beata María Gabriela de la Unidad

Un Monasterio que reza por la unidad de los cristianos

Nuestro Monasterio ha recibido de nuestro Fundador, el R.P. Carlos M. Buela, la intención especial de rezar por la unidad de todos los cristianos, porque hay una promesa-profecía de Jesucristo: “Habrá un solo rebaño, bajo un solo Pastor” (Jn. 10,16) y una oración: “Que todos sean uno” (Jn. 17,21).  Es decir que pedimos para que todos aquellos que se han separado de la Iglesia de Cristo, se reintegren a la unidad católica.También rezamos para reparar por todos los que atentan contra dicha unidad.

La patrona de nuestra comunidad es la “Beata María Gabriela de la Unidad”, monja trapense que se ofreció como víctima en favor de la unidad de los cristianos. Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 25 de Enero de 1983 y propuesta por como modelo de ecumenismo espiritual.

Cada año nos unimos especialmente a nuestra Madre Iglesia y a todas las confesiones cristianas durante el Octavario de oración por la unidad de los cristianos, que en el hemisferio norte se celebra del 18 al 25 de Enero, para implorar esta gracia que sólo puede venir de Dios, para que “comprendiendo la divina autoridad de Pedro, fundamento de la Iglesia, fundamento supremo de los Apóstoles, Custodio del Reino de los Cielos, base inquebrantable de la fe, reconozcan finalmente la autoridad del Sumo Pontífice y lo llamen también ellos  su  Pastor, Heredero del trono y del primado de Pedro y Cabeza de la Iglesia” (P. Tondini).

¿Qué es el ecumenismo espiritual?

Así lo definió el Concilio Vaticano II: La “conversión del corazón y santidad de vida, junto con las oraciones públicas y privadas por la unidad de los cristianos, deben considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico y pueden llamarse con razón ecumenismo espiritual” (Unitatis Redintegratio, 8).

Y S. Juan Pablo II en su Carta magna de la unidad, escribió: “Se avanza en el camino que lleva a la conversión de los corazones según el amor que se tenga a Dios y, al mismo tiempo, a los hermanos: a todos los hermanos, incluso a los que no están en plena comunión con nosotros. Del amor nace el deseo de la unidad(…). El amor es artífice de comunión entre las personas y entre las Comunidades. (…) El amor se dirige a Dios como fuente perfecta de comunión — la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo — para encontrar la fuerza de suscitar esta misma comunión entre las personas y entre las Comunidades, o de restablecerla entre los cristianos aún divididos. El amor es la corriente profundísima que da vida e infunde vigor al proceso hacia la unidad.

Este amor halla su expresión más plena en la oración común. Cuando los hermanos que no están en perfecta comunión entre sí se reúnen para rezar, su oración es (…) alma de todo el movimiento ecuménico. La oración es « un medio sumamente eficaz para pedir la gracia de la unidad », una « expresión auténtica de los vínculos que siguen uniendo a los católicos con los hermanos separados » (Unitatis Redintegratio, 6). Incluso cuando no se reza en sentido formal por la unidad de los cristianos, sino por otros motivos, como, por ejemplo, por la paz, la oración se convierte por sí misma en expresión y confirmación de la unidad. La oración común de los cristianos invita a Cristo mismo a visitar la Comunidad de aquéllos que lo invocan: « Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos » (Mt 18,20).” (Ut Unum Sint, 21).